Las expresiones artísticas son fruto de la interacción social y comunitaria, y es en este sentido que no se pueden separar de su medio social. Un mural colgado en un museo queda huérfano y desnaturalizado, junto con la multitud de otras obras que a menudo no tienen nada que ver. El graffiti aparece en el barrio donde ha nacido esa inspiración, y explica a la vez que es explicado, por las interacciones sociales que se producen. Este movimiento artístico, no se puede separar tampoco, de una conciencia crítica que pretende transformar la realidad cotidiana con aportaciones que invitan a la reflexión.
El proyecto persianas libres, contribuye a facilitar este acceso libre y crítico al arte, del que actualmente están excluidos los graffiteros y graffietras. Se trata de que los ciudadanos o entidades vecinales cedan espacios para la libre expresión de estos artistas urbanos. Esas personas que disponen de rejas o muros privados, están invitados a adoptar una obra de arte que revitalizará el barrio. Así, huimos de las formas estandarizadas de las calles, decoradas homogéneamente o de las fachadas degradadas, y conseguimos unas calles vivas, que hablan de los problemas y de las ilusiones de sus vecinos y vecinas. Es sin duda una manera de democratizar el arte, alejarlo de los cálculos de rentabilidad y ponerlo al servicio de la inclusión social en nuestros barrios.